Cine del Futuro
Por Alejandra PortelaSuele pasar que las películas relampaguean recién después de pasar un tiempo de verlas.
Mientras escribo esta nota, después de la privada de Novak, escucho desde su web “Novak suite polimorfa” de Esteban Sebastiani, la música diseñada especialmente para ella: otro de los hallazgos de esta película, visualmente desprolija y musicalmente cuidada, desconcertante a la vez, que se estrena en el circuito nada convencional de un espacio teatral como el Camarín de las Musas, el próximo 2 de octubre.
Y exactamente pasa esto: Novak, cine argentino novísimo, relampaguea, pasado el rato.
Filmada en minidv, con tal cantidad de sonido ambiente que requiere de subtítulos en español, con actores-realizadores realmente muy jóvenes, Novak viene a reforzar un nuevo circuito off del cine: antibafici, anti Lisandro Alonso, anti categorías (“Nuevo Cine Argentino” por ejemplo), anti industria, anticrítica, donde los bordes ficción-documental-experimental se borran, intercalándose. Haciéndolo desde el juego, no desde el enojo. Cine del futuro.
Puede inquietar la textura granulosa que impone el formato, o los planos tan cercanos a las caras y los objetos, cierto alargamiento de las acciones que termina repitiendose. Sin embargo, aún cuando la película parece perderse en un laberinto de incertidumbres desconcertantes, siguiendo los tópicos del guión, gira hacia otro lado, cambiando de registro y sorprendiendo.
Es que para ver Novak hay que estar abierto a esa anulación de los límites que mencionaba.
La historia involucra a aquellos jóvenes, llamados ángeles, contratados como acompañantes de los directores extranjeros que son invitados al Festival Internacional de Cine de Buenos Aires. Dos húngaros tienen prevista su visita: uno famoso, el otro desconocido, el primero, Béla Tarr, director de The man of London una de las más importantes del 10º festival; el otro Laszlo Novak, desconocido, llega a Buenos Aires, chapuceando un inglés muy limitado que se encuentra pronto en una ciudad y un Festival hostiles. Escuchamos al director de fotografía de Tarr, hablando del espacio que sólo el tiempo del cine construye, en lo que parece una imagen "robada" con un celular. Y todo parece empezar a cerrar, en esta película de Andrés Andreani, que es divagante por un espacio sin bordes, espacios que no son lugares:
Tarr no asiste, y su película se proyecta. Novak sí viene, pero su película parece perdida: no figura dentro de la grilla de programación y nadie sabe nada.
Ángeles y director comienzan a buscar respuestas: en los stands, en los encargados de programación: caras y caras, todas nuevas, todas raras.. La ciudad se convierte en eso molesto, lleno de humo, que hay que cruzar entre las dos puntas del Festival: el Centro Cultural Recoleta y el Abasto (¿un Festival en un shopping?, perderse en una estacion de micros o un aeropuerto). Nadie saba nada. Una nada que termina sin importar, porque lo que importa es escaparse, tal vez hacia otra nada, un poco más arcádica.
Interesantísima propuesta del equipo Andreani-Aletta, director, y guionista-actor que nos vuelve a enfrentar a la pregunta de hacia donde va el cine, una y otra vez.
http://www.leedor.com/notas/3256---novak.html
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